viernes, 10 de agosto de 2012

Dama de Noche





Espasmos solitarios en medio de la noche le gritan que salga a la calle. Como una loba que aulla desde el punto más alto. Un animal en celo que en la barra de un tugurio humedece sus labios con whisky, los moja tanto como el epicentro de su cuerpo. La loba escruta con mirada de felina a cada hombre. Los recorre despacio como si de su lengua se tratase. Sus manos juguetean con su falda. Sus dedos están armados de largas uñas pálidas y sus labios brillan de rojo carmesí. Desprende una esencia que no se vende en tiendas. Su olor derrocha sexo y ganas de más. Se alarga y se detiene, se expande. 

En una esquina unos ojos pardos no dejan de mirarla. Copa en mano se endereza y camina firme hacia él. No hay palabras que puedan retar a una mirada, ni miradas que puedan rebotar en las paredes de un bar. Un palmo de distancia entre el primer botón de su camisa y un escote desbordante. Dos bocas palpitantes se buscan en la infinidad de la nada. Una explosión reinventa el cuerpo de ambos. Siempre le gustó jugar a excitar. Su cuerpo expresaba más que sus palabras. Necesidad de sacar la lengua, húmeda y traviesa. Y el bar que se les quedó corto y el ardor subía y bajaba.

Madre noche que sabe guardar cualquier secreto. Callejones sin más luz que dos fijos ojos de gato. Coches preparados para ser suites improvisadas, donde clavarse objetos siempre fue un reto. Y un vestido demasiado fino y un pantalón demasiado estrecho. Y unos ojos inyectos de pasión. Y manos ágiles dispuestas a no tener compasión. Mezcla homogénea de cuerpos. Larga ventura hasta encontrar el fin. Besos repletos de sin sentido y gemidos capaces de transportarlos directamente al tártaro. Necesidad de agarrarla con firmeza mientras agujas se clavan y deslizan por una espalda eterna.

Clamor de ángeles elevarse al cielo. Espasmos continuos y constantes. Chillidos que no dejan sordo a nadie, sino que incendian bocas desesperadas. Desenfreno que desespera y a la vez mantiene la espera. Ojos que se cierran y abren en busca de ver su rostro desencajado. Su sonrisa malévola en cada roce. Rapidez de movimientos, prisas, ansias y silencio. Su desnudez se mueve impúdica en busca del revuelto de ropa. Alcanza de un pequeño bolso un paquete de tabaco. Se acomoda en el sillón y cruza las piernas con la gracia que solo pueden tener las Damas de Noche. Ofrece tabaco, él rechaza y se comienza a vestir. Ella expulsa el humo con parsimonia mirando el brillo azul y el fulgor del fuego destruyendo y convertido en ceniza.

Bajan del habitáculo que a penas minutos antes los había visto convertirse en un lazo en llamas. Susurra un hasta luego y se aleja dejando atrás a un hombre más. Convencida de que ya no tiene que aullar más camina envuelta de noche y oscuridad. Sabe que el tiempo pasa, que la normalidad no se hizo para ella. Conoce bien a la soledad. En el fondo sabe que nunca habrá nada más. Que amores imposibles la dejaron hace mucho de llamar. Siempre quiso alcanzar lo que suyo no era y se le fue escapando entre los dedos. Hasta convencerse de que tan solo la noche podía ser su mejor marido, y que en la noche encontraba también a su mejor amante.

María García
@Libertad_gg

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