lunes, 27 de agosto de 2012

Amiga soledad




La soledad se esconde en cualquier hueco. En la más mínima cavidad. No entiende de edades ni de géneros. Es limpia en sus movimientos y certera como un darlo. Bombea corazones con corazas de hierro. Inyecta desesperación en ojos con exceden
tes de lágrimas. Funde el amor con el odio. La desesperanza da un golpe de estado y manda fusilar a la razón. 

La soledad viste de luto a los problemas y pone crespones a los que hereden nuestra nada. Cambia sueños del pasado por desconsolados epitafios. Nos regala cuchillas cuándo nos miramos al espejo y recordamos que no valemos nada. Infunde el miedo en sienes palpitantes de dolor para hacernos creer que estamos solos en un mundo demasiado cruel. 

La soledad viste de negro y no tiene cara. Es un fantasma que se pasea por nuestras vidas sin hacer ruido. No es violenta, pero si mortífera. Nos deja el sabor de los besos que nunca nos dieron todos aquellos a los que perdimos sin ningún remedio. 

María García
@Libertad_gg

viernes, 10 de agosto de 2012

Dama de Noche





Espasmos solitarios en medio de la noche le gritan que salga a la calle. Como una loba que aulla desde el punto más alto. Un animal en celo que en la barra de un tugurio humedece sus labios con whisky, los moja tanto como el epicentro de su cuerpo. La loba escruta con mirada de felina a cada hombre. Los recorre despacio como si de su lengua se tratase. Sus manos juguetean con su falda. Sus dedos están armados de largas uñas pálidas y sus labios brillan de rojo carmesí. Desprende una esencia que no se vende en tiendas. Su olor derrocha sexo y ganas de más. Se alarga y se detiene, se expande. 

En una esquina unos ojos pardos no dejan de mirarla. Copa en mano se endereza y camina firme hacia él. No hay palabras que puedan retar a una mirada, ni miradas que puedan rebotar en las paredes de un bar. Un palmo de distancia entre el primer botón de su camisa y un escote desbordante. Dos bocas palpitantes se buscan en la infinidad de la nada. Una explosión reinventa el cuerpo de ambos. Siempre le gustó jugar a excitar. Su cuerpo expresaba más que sus palabras. Necesidad de sacar la lengua, húmeda y traviesa. Y el bar que se les quedó corto y el ardor subía y bajaba.

Madre noche que sabe guardar cualquier secreto. Callejones sin más luz que dos fijos ojos de gato. Coches preparados para ser suites improvisadas, donde clavarse objetos siempre fue un reto. Y un vestido demasiado fino y un pantalón demasiado estrecho. Y unos ojos inyectos de pasión. Y manos ágiles dispuestas a no tener compasión. Mezcla homogénea de cuerpos. Larga ventura hasta encontrar el fin. Besos repletos de sin sentido y gemidos capaces de transportarlos directamente al tártaro. Necesidad de agarrarla con firmeza mientras agujas se clavan y deslizan por una espalda eterna.

Clamor de ángeles elevarse al cielo. Espasmos continuos y constantes. Chillidos que no dejan sordo a nadie, sino que incendian bocas desesperadas. Desenfreno que desespera y a la vez mantiene la espera. Ojos que se cierran y abren en busca de ver su rostro desencajado. Su sonrisa malévola en cada roce. Rapidez de movimientos, prisas, ansias y silencio. Su desnudez se mueve impúdica en busca del revuelto de ropa. Alcanza de un pequeño bolso un paquete de tabaco. Se acomoda en el sillón y cruza las piernas con la gracia que solo pueden tener las Damas de Noche. Ofrece tabaco, él rechaza y se comienza a vestir. Ella expulsa el humo con parsimonia mirando el brillo azul y el fulgor del fuego destruyendo y convertido en ceniza.

Bajan del habitáculo que a penas minutos antes los había visto convertirse en un lazo en llamas. Susurra un hasta luego y se aleja dejando atrás a un hombre más. Convencida de que ya no tiene que aullar más camina envuelta de noche y oscuridad. Sabe que el tiempo pasa, que la normalidad no se hizo para ella. Conoce bien a la soledad. En el fondo sabe que nunca habrá nada más. Que amores imposibles la dejaron hace mucho de llamar. Siempre quiso alcanzar lo que suyo no era y se le fue escapando entre los dedos. Hasta convencerse de que tan solo la noche podía ser su mejor marido, y que en la noche encontraba también a su mejor amante.

María García
@Libertad_gg

Noches





La noche ya es profunda. El marco de la ventana retrata unas montañas bajo un cielo azabache sin luna. Mi mirada impenetrable se alza hacia el pico más alto. La mente divaga entre el humo azul de un cigarro. El corazón que sufre demasiado vuela libre. La dignidad cada vez más herida desea ver galopar lentamente sobre los lomos de una jaca a un salvador, un líder, un bandolero. Alguien que de agua a los sedientos y esperanza a los desesperados. Sin embargo, la inmensidad marrón continúa impertérrita y el cigarro ya no es más que ceniza. Mis labios entreabiertos susurran algo, mientras mis pestañas gimen desengaños.

Ciegos en la realidad





Necesidad. Miedo. Esfuerzo. Abandono. Ausencias. Cinco palabras que se deshojan de las letras para pasar a ser sentimientos reales y próximos. Cuándo nada queda de la grandilocuencia y magnitud imperante a principios de este siglo, cuándo los frutos vuelven a oler a podrido y los gusanos se deslizan por nuestra suerte, volvemos de nuevo al pasado. Retrocedemos a la generación de nuestros abuelos, nos aproximamos más pronto que tarde, con una opaca venda en los ojos, secuestrados de nuestro tiempo y trasladados a un mundo anterior, pero no pasado.

A tientas nos cuesta entender lo rápido que han cambiado las cosas que entendíamos por “normales”. Dando palos de ciego y sin querer reconocer aun que ya nada es lo mismo, intentamos adaptarnos a los resquicios que nos han dejado. Sin saber muy bien cómo repetimos los caminos sobre los que ellos caminaron. La lucha parece reducirse a saciar el hambre, conseguir tener comida para dejar atrás otro día y trabajar para poder tener el pan del siguiente. Nadie exige excesos ni avaricias, solo sobrevivir, mantener una familia y pagar la ruina con la que nos quieren aniquilar.



Necesidad. Miedo. Esfuerzo. Abandono. Ausencias. Cinco palabras latentes en las sienes de aquellos que partieron susurrando como Valderrama, con la dignidad bien alta y una maleta de cartón llena de recuerdos. ¿Quién pensó que nos podría tocar a nosotros? Qué esperaríamos en sombrías estaciones el partir de un autobús, la aglomeración en el trayecto y el llegar a lo desconocido con el miedo de lo nunca previsto. Quién lo pensó y ahora quién lo padece. Generación perdida, trabada y malherida. Generación cansada y poco decidida.

Próxima parada Francia. Un numeroso grupo de andaluces destinado a la campaña de recogida de manzanas acaba de arribar, podría titular un periódico cualquiera. No tendría tacto rugoso, ni amarillento el papel, estaría fechado con un actual dos mil doce. Volvemos, volvemos a sus campos. Seremos la misma carne de cañón que fueron nuestros abuelos, seremos trabajadores extranjeros que buscan su jornal, seremos… Lástima que no seremos, sino que ya somos. Nosotros somos la descendencia, la evolución y de nuevo la decadencia.

Sentados en los frescos escalones del patio de casa de mis abuelos, cuántas veces me ha narrado muy serio mi abuelo las penurias que pasó. Que al escuchar el Emigrante aun llora, porque aquellas ausencias no se saciaron jamás. Lo mal que lo pasaba mi madre cuándo cada septiembre veía irse a su padre, huella tan profunda que lleva cuarenta y cuatro años odiando el mes de septiembre. Le embriaga el mismo dolor que cuando tenía ocho años. Jamás pensé que lo que vivió él lo podría vivir yo. Lo admiro profundamente por dejar todo lo que dejó y ahora yo…



Necesidad. Miedo. Esfuerzo. Abandono. Ausencias. Cinco palabras que mi corazón palpitó de un golpe cuando desayunaba ayer. Entre café y tostadas la radio nos hablaba como cada mañana. La impasible voz de la locutora informaba que un numeroso grupo de andaluces destinado a la campaña de recogida de manzanas arribaría en los próximos días. Casi atragantadas con el café nos miramos y encontramos dolor en nuestros ojos. Pensamos en el abuelo y rezamos en voz baja que lo peor aun queda por llegar. La mujer continuaba, añadió que en algunos pueblos de la sierra de Cádiz (dónde están nuestros muertos y nuestros vivos) se han abierto bolsas de trabajo para la recogida de manzanas que actualmente tienen lista de espera por la desbordante demanda.

No hemos vuelto a hablar del tema. Enmudecemos, porque sabemos que pensamos lo mismo, cada una a su modo, pero lo mismo. Cada mañana dejamos la radio sonar mientras el olor a café y pan tostado nos despierta despacio, cada mañana un nuevo silencio, cada día más denso y menos comentarios. A veces exclamo algo insultante dirigido a algún bastardo. Otras silencio, caras inclinadas escrutando el contenido de la tostada, abandonando los sueños y las esperanzas a las ocho de la mañana.

María García
Libertad_gg

lunes, 6 de agosto de 2012

Reflexiones de una volada




Nos abruma la materia, el que hacer de las personas y sus cosas. Nos asusta la realidad. Y nos condenamos al esperar de los sueños. Nadie huele ya la hierba y el viento que golpea en la cara duele en vez de avivar la mente. Las caricias ya no tienen dueño, ni la risa. La maldad mueve el mundo y el amor yace frío sobre una losa que no es de mármol. La soledad nos infunde temor ante la vida. La vida nos parece mentira y nos traiciona como un Judas invisible y divisible. Los matices inexistentes para unos y base moral para otros. Buscamos en voces viejas sonidos que nos hagan cabalgar sobre viejos ideales. En el presente solo encontramos la repetición de la miseria. En lo común la pobreza de la ignorancia y la falsa superioridad de la prepotencia. Las estrellas se apagan, muertas de aburrimiento. Ya no quedan parejas que las escruten. Los intereses se multiplican mientras el hambre aflora. El sentido pierde la vida, mientras la vida pierde el sentido. Somos la construcción de un pasado ejecutada en un presente. La maquinaria encasquillada de un reloj de un bolsillo roto. Billetes encabezan nuestros deseos. Mujeres lloran. Hombres derrochan palabras. Y silencios gritan a labios ebrios de deseo. Amor se exilió a acantilados profundos y rocosos. La nada se ha llenado de un todo espeso. El tiempo se para en unos ojos. Muchos piensan en un mañana sin saber si acabarán el hoy. La perfección se tropieza con una traba que dice llamarse imperfecta. Brilla el azul del cigarro que nos roba la roja pavesa que en ceniza acaba. Efímeros amantes no piensan en mañana. Casados saben que el ayer ya se acaba. Peligrosas mujeres esperan en cualquier sombra de esas que ejercen una atracción armada. Televisiones rezan y rezan bobadas. Borregos, gente, gente, borregos se presentan sin más explicación. Condesas destronadas. Obreras armadas con puños que no empuñan más que corazón. Largo historial de absurdos Che Guevaras. Y Fragas que no conocen la extinción. Si algo nos sobra son palabras sin ton ni son. Si poco nos queda, son uniones que nos evadan de la razón. 

María García
Libertad_gg