viernes, 10 de agosto de 2012

Ciegos en la realidad





Necesidad. Miedo. Esfuerzo. Abandono. Ausencias. Cinco palabras que se deshojan de las letras para pasar a ser sentimientos reales y próximos. Cuándo nada queda de la grandilocuencia y magnitud imperante a principios de este siglo, cuándo los frutos vuelven a oler a podrido y los gusanos se deslizan por nuestra suerte, volvemos de nuevo al pasado. Retrocedemos a la generación de nuestros abuelos, nos aproximamos más pronto que tarde, con una opaca venda en los ojos, secuestrados de nuestro tiempo y trasladados a un mundo anterior, pero no pasado.

A tientas nos cuesta entender lo rápido que han cambiado las cosas que entendíamos por “normales”. Dando palos de ciego y sin querer reconocer aun que ya nada es lo mismo, intentamos adaptarnos a los resquicios que nos han dejado. Sin saber muy bien cómo repetimos los caminos sobre los que ellos caminaron. La lucha parece reducirse a saciar el hambre, conseguir tener comida para dejar atrás otro día y trabajar para poder tener el pan del siguiente. Nadie exige excesos ni avaricias, solo sobrevivir, mantener una familia y pagar la ruina con la que nos quieren aniquilar.



Necesidad. Miedo. Esfuerzo. Abandono. Ausencias. Cinco palabras latentes en las sienes de aquellos que partieron susurrando como Valderrama, con la dignidad bien alta y una maleta de cartón llena de recuerdos. ¿Quién pensó que nos podría tocar a nosotros? Qué esperaríamos en sombrías estaciones el partir de un autobús, la aglomeración en el trayecto y el llegar a lo desconocido con el miedo de lo nunca previsto. Quién lo pensó y ahora quién lo padece. Generación perdida, trabada y malherida. Generación cansada y poco decidida.

Próxima parada Francia. Un numeroso grupo de andaluces destinado a la campaña de recogida de manzanas acaba de arribar, podría titular un periódico cualquiera. No tendría tacto rugoso, ni amarillento el papel, estaría fechado con un actual dos mil doce. Volvemos, volvemos a sus campos. Seremos la misma carne de cañón que fueron nuestros abuelos, seremos trabajadores extranjeros que buscan su jornal, seremos… Lástima que no seremos, sino que ya somos. Nosotros somos la descendencia, la evolución y de nuevo la decadencia.

Sentados en los frescos escalones del patio de casa de mis abuelos, cuántas veces me ha narrado muy serio mi abuelo las penurias que pasó. Que al escuchar el Emigrante aun llora, porque aquellas ausencias no se saciaron jamás. Lo mal que lo pasaba mi madre cuándo cada septiembre veía irse a su padre, huella tan profunda que lleva cuarenta y cuatro años odiando el mes de septiembre. Le embriaga el mismo dolor que cuando tenía ocho años. Jamás pensé que lo que vivió él lo podría vivir yo. Lo admiro profundamente por dejar todo lo que dejó y ahora yo…



Necesidad. Miedo. Esfuerzo. Abandono. Ausencias. Cinco palabras que mi corazón palpitó de un golpe cuando desayunaba ayer. Entre café y tostadas la radio nos hablaba como cada mañana. La impasible voz de la locutora informaba que un numeroso grupo de andaluces destinado a la campaña de recogida de manzanas arribaría en los próximos días. Casi atragantadas con el café nos miramos y encontramos dolor en nuestros ojos. Pensamos en el abuelo y rezamos en voz baja que lo peor aun queda por llegar. La mujer continuaba, añadió que en algunos pueblos de la sierra de Cádiz (dónde están nuestros muertos y nuestros vivos) se han abierto bolsas de trabajo para la recogida de manzanas que actualmente tienen lista de espera por la desbordante demanda.

No hemos vuelto a hablar del tema. Enmudecemos, porque sabemos que pensamos lo mismo, cada una a su modo, pero lo mismo. Cada mañana dejamos la radio sonar mientras el olor a café y pan tostado nos despierta despacio, cada mañana un nuevo silencio, cada día más denso y menos comentarios. A veces exclamo algo insultante dirigido a algún bastardo. Otras silencio, caras inclinadas escrutando el contenido de la tostada, abandonando los sueños y las esperanzas a las ocho de la mañana.

María García
Libertad_gg

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