lunes, 19 de marzo de 2012

La eterna desesperanza de los herederos sin solución



Si tuviera que pensar en el sector que más sufre los efectos de los poderes dominantes, siempre pensaría en la infancia. La población civil engloba a otros grupos débiles, pero, en mi opinión, son los niños los que se alzan en la cúspide del horror. Desde antes de nacer ya se les ofrece un “futuro”, que les determina en función del papel que ocupen sus familias en el conflicto.

En medio de una guerra, ¿qué es un niño? O bien, carne de cañón o francotirador precoz. Pocos se salen de esa vulgar clasificación de la que difícilmente se puede escapar. Es triste que en un conflicto bélico en vez de dar a luz hijos de la paz se alimente a nietos de Marte. Pues de eso se trata, continuar la lucha que enriquece a unos pocos y masacra a los pueblos. Si al menos se luchara bajo un fin… ¿Existe algún fin que supere tal desesperanza? Pero los objetivos en guerras de hermanos, como son las civiles, en muchos casos no son más que conflictos creados por el yugo de occidente o por las ambiciosas escusas del que se nombra cabecilla de un pueblo, un buen ejemplo podría ser la actuación de  Laurent Gbago,  expresidente de Costa de Marfil. 

Pensar en África supone imaginar desde fuera los conflictos que se postergan a través del tiempo, esos que no ocupan páginas en los periódicos, esos que son sustituidos por las políticas americanas. Los hechos no cambian, las perspectivas de informar sobre ellos van a peor. Los diarios generalistas ignoran la presencia de una realidad que a pocos interesa, sale cara y no presenta demasiados modificantes. En tiempos de crisis dónde se apuesta por informaciones facilonas y poco costosas, los corresponsales se ven enjaulados en las redacciones. Lejos quedaron aquellos días dónde se abordaban los hechos in situ, la cercanía de unos ojos que te cuentan más de lo que cabe en las páginas, esto traducido a la mentalidad capitalista supone profesionales que cobran por un trabajo eficaz y sacrificado. En último término son costes económicos que a día de hoy no se pueden o no se quieren sufragar. Se trata de una economía de mercado a bajo coste y máximo esfuerzo. Quizás no estamos tan lejos de África en algunos aspectos.

El papel de los medios de comunicación es determinante en la sociedad, la amplitud de estos supone que los sucesos lleguen a todo el mundo. Es curioso cómo a medida que el desarrollo tecnológico se incrementa, la información de desvalúa. A la inversa de lo que se esperaba. Cuesta pensar que hace veinte años los frentes se conocieran con mayor exactitud y  en la actualidad, a pesar del aluvión de posibilidades para transmitir, no se les da a penas espacio en la sección de Internacional.

Llama tremendamente la atención el pensamiento que en los países subdesarrollados tiene la infancia, sobre todo, del resto del mundo. Creo que el siguiente fragmento extraído de la experiencia profesional del fotoperiodista Gervasio Sánchez lo indica a la perfección.

* [“Un día un niño en Morazán me preguntó con qué país estaba en guerra el mío, y al responderle que con ninguno, me dijo extrañado ¿y cómo es un país sin guerra?”]

Quiero terminar con una frase que repetía a menudo un buen profesor mío, decía: “Tenemos que estar agradecidos a quién consideró que naciéramos en está parte del mundo, porque tal vez su elección sobre nosotros por un momento fue la contraria”.

La cara oculta se hereda, es casi genética. La historia no debería perdonar a los vencedores de este mundo, sino aleccionarlos y hacerlos vivir de igual forma. La madre Tierra debería ser más jueza y menos espectadora.

* Extraído del artículo sobre Gervasio Sánchez del periódico El País. Más información: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/03/06/actualidad/1331035501_667269.html


María García
Libertad_gg