martes, 1 de mayo de 2012

Ya no queda nada por lo que brindar






"La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora», pronunció August Spies segundos antes de que el nudo apretara la soga y su cuerpo resbalara hasta quedar balanceándose con el terrible baile de la muerte. Georg Engel, tipógrafo; Adolf Fischer, periodista;  Albert Parsons, periodista; y Louis Lingg, carpintero, encontraron el mismo sino. Al ritmo de la Marsellesa los hombres fueron encaminados hacia la horca la madrugada del 11 de noviembre de 1887. Una de las causas de la muerte de los cinco anarquistas fue el asesinato de un policía en la revuelta de Haymarket. Sin embargo, el asesinato fue causado por el propio jefe de la policía. Todo fue un boicot para acabar con los activistas, que reivindicaban derechos laborales, como la reducción de jornada a ocho horas.

El crimen de Chicago supuso una de las primeras acciones mortales que se utilizaron para infundir el miedo en los trabajadores. El miedo hoy corre por las venas  sin control ni solución.
Huelgas en las que se luchó por un presente mejor, más aun por un futuro decente. A pesar de los golpes, de las muertes, de los encarcelamientos. A pesar de todo y de todos se luchó por trabajar. En la actualidad, hay poco que contar dadas las cifras de paro, el desempleo juvenil y un sin fin de estadísticas que se precipitan por el abismo oscuro de las listas del INEM. No obstante, hay que añadir las nuevas reformas realizadas por el Gobierno que nos afectan desde el ámbito laboral hasta el personal, pasando por el moral. Pronto las huelgas serán penadas, el derecho a reivindicar cambios se asociará con el terrorismo y las ansias de progresos quedarán reducidas a calabozos llenos de ciudadanos, de trabajadores. Desde 1812 se proclama como derecho fundamental el trabajo, ese que se nos niega hoy, el mismo que se adjudica a dedo, el que nos hace merecedores de un sueldo. Principalmente el que se extingue y nos deja pendientes de un hilo.

Hoy, día 1 de mayo de 2012 celebramos el Día Internacional de los Trabajadores, aprobado en 1889 en París, para homenajear y reivindicar el derecho al trabajo tal y como lo hicieron los Mártires de Chicago. Pero, esta celebración en la actualidad se ha convertido en una utópica ilusión pues el trabajo es un bien escaso que queda fuera del alcance de una mayoría más amplia de lo que debería. Viendo como los sindicatos juegan con el pueblo, como los Gobiernos en contra de ampliar sus esfuerzos por crear empleo, lo destruyen y se amenaza con coartar las libertades individuales, queda totalmente desvirtuado este día. Ante este panorama más de un español en lugar de desear descansar como festivo que es, deseará emprender el día para ir a trabajar. Ya que hoy “celebramos” algo que nuestros gobernantes están degradando. Deberíamos plantearnos proponer un cambio de nombre y en vez de ser el Día de San José Obrero, ser el Día del Pobre en cueros.

Las palabras de August Spies resonaron en una parte del futuro que ya cuenta como pasado, en la actualidad habría que modificar el viejo lema comunista y transformarlo en ¡Trabajadores de todos los países, uníos!

María García
Libertad_gg

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