domingo, 29 de abril de 2012

La luz eclipsada de la fotografía bélica




Dicen que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. No hay mejor frase para describir la situación de Gerta Pohorylle. Astuta compañera del proyecto de fotógrafo que en aquel entonces era André Friedman. Se conocieron en París en 1934 y a partir de ahí fue él quién la instruyó en el mundo de la fotografía. Juntos idearon cambiar sus nombres para hacerse pasar por ayudantes de un ficticio Robert Capa, afamado fotógrafo estadounidense que llegó a Europa. En aquel momento de ebullición histórica nació Gerda Taro. A partir de ese momento los encargos se incrementaron hasta que se descubrió la trama; sin embargo, conservaron la fama. 

En cuanto a su trayectoria profesional se inicia en el período de 1935-1936 cuando trabajó para la Agencia Alliance Photo. Pero en este último año coincidiendo con el estallido de la Guerra Civil española consiguió su primer carnet de prensa. Ante el conflicto en el país vecino emprendieron su primer viaje en apoyo a la lucha del bando republicano.
La joven encontró la fortuna y la desgracia en la península. El éxito que inestable se encuentra en un campo de batalla. También la trayectoria casi imperceptible de una de las primeras foto-periodistas que demostraron su valía entre bombas y disparos, entre tanques y aviones. Su reportaje más glorioso, sobre la primera fase de la batalla de Brunete, se publicó en la revista Regards generándole un gran prestigio.

Murió con la cámara en la mano mientras viajaba al estribo del coche del General Walter, miembro de las Brigadas Internacionales. En pleno repliegue del ejército republicano el convoy se desestabilizó produciendo la caída de la chica. Sin embargo, la brutalidad del accidente la causó un tanque republicano que accedió marcha atrás sobre el desnivel al que había caído Taro. La joven de 26 años fue arrollada por las cadenas del carro de combate que destriparon su frágil cuerpo. La madrugada del 26 de julio de 1937 falleció en el Hospital inglés de El Goloso, situado en El Escorial. Momento en el que su dinamismo nato se diluyó como se pierden las fotos en las que incide la luz mientras se crean. Ella, como las fotografías en pleno proceso de revelado, se estaba creando, creciendo; sin embargo, en su caso no fue un limpio rayo de sol el que la atravesó sino la ferocidad del conflicto. 

La “pequeña y hermosa mujer” como la llamaban en el frente se podría describir como una persona sujeta a la premura bélica, la muerte brutal y el olvido precoz. Muchos de sus trabajos fueron asociados a Capa, sin embargo ambos utilizaban diferente tipo de cámaras que hacían distintas sus fotografías. Como una miliciana más fue rápidamente olvidada mientras Friedman elevaba la gloria que se consigue entre las sombras ocultas en las esquinas de las guerras.

Llevó su revolución propia a la batalla de Brunete dónde su sangre manchó el último suspiro de realidad que intentó inmortalizar.

María García
Libertad_gg

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