jueves, 12 de abril de 2012

Sobreviviendo que no es poco



“No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor”*, escribió con tinta de historia el poeta del pueblo y cantaron años más tarde las armoniosas voces de Jarcha. Una verdad tan marcada como los hundidos surcos de quienes llevan siglos labrando los terrones más áridos. La privilegiada localización del país junto con la variedad climática que encontramos nos ha guiado desde siempre por el sendero del sector primario, unido más tarde a la tardía llegada de la industrialización y los avances técnicos necesarios para desarrollar el resto de sectores. De ese modo la historia de España se ha desarrollado tradicionalmente entre olivos, naranjos y vid. El campo, no solo como recurso para lograr un salario sino como una forma de vida, incluyendo la cultura de un pueblo. Sobre la tierra que  un día nos lo dio todo hoy escupimos nuestra egoísta arrogancia.

Sobrevivientes de una labor creada a base de esfuerzo, sudor y lágrimas. Aguantaron los condicionantes del clima, a los hombres que impusieron el yugo y ahora incluso soportan los insultos de gobernantes que por envidia acusan a los jornaleros de gastar las subvenciones estatales en las tascas. El sector olvidado tiembla y se hunde en la miseria casi regalando las mercancías, mientras ve como las cadenas de supermercados venden sus frutos quintuplicando los precios que ellos reciben. El pez grande se come al pequeño, pero si el pequeño desaparece, ¿de qué se alimenta el grande?

Se trata de una reflexión que entra en un círculo vicioso donde los principales protagonistas son la injusticia y el retroceso, sobre todo esté que nos conduce cada vez más a los inicios del siglo XX. Y todo esto viene dado por un hecho que he presenciado este mediodía. Viajaba en coche y me llamó la curiosidad ver en el arcén un furgón policial y varios coches patrulla. A mi cabeza vino la imagen de que habría ocurrido algún choque entre vehículos, pero conforme agudizaba la vista me di cuenta de que me equivocaba. Hoy, el señor que siempre aguarda sentado sobre una caja de plástico custodiando diferentes sacos de patatas o naranjas no reposaba al sol. Varios policías descargaban de la pequeña furgoneta del hombre uno a uno los sacos que el agricultor almacenaba. La escena era estremecedora. No sé cómo ha acabado la situación, tan solo sé que si ese hombre se sienta en una cuneta a diario para ganar un mísero jornal con la fruta de su campo no es porque le guste tomar el sol o respirar los gases de los coches que pasan. Seguramente sea porque más remedio no le queda. Sin embargo, es a él al que le han incautado su mercancía, quién sabe si de ella dependía el pan de su familia.

Mañana no estará, pasado mañana tampoco, quizás. Mientras tanto altos mandatarios ven el mundo pasar tras una ventana que nunca se ha abierto para comprobar lo que aguarda tras el tintado cristal, que vela la realidad de un sector que se ve en cunetas para lograr vender algo de lo que produce. El sudor que mancha ajadas camisas de labriego se ensucia con saña, humillando a quiénes nos dan de comer. El poder entre tanto si se ve abrumado por las presiones propias del oficio tira de la dama blanca que para eso invita el Estado. Pero otros, como el hombre de la cuneta, llegan a casa sin dinero, sin mercancía y sin dignidad, porque ni lo más abstracto y propio nos queda.

* Extracto del poema "Aceituneros de Jaen" de Miguel Hernández

María García 
Libertad_gg

2 comentarios:

  1. Bonita entrada... lástima me da ese hombre, y más aún el que nos encontremos en esa situación. Llevo un tiempecito en el que la palabra avance no me hace honor a su significado...es sólo una sensación, pero pone los vellos de punta tan sólo pensarlo ¿y si estamos yendo atrás con tanto "avance"? Suena estúpido, pero hay que tener en cuenta los obstáculos, todos impuestos claro, que aparecen cada día más en nuestro camino para poder buscarnos el pan. No sé, me parece que los requisitos exigidos para lograr cualquier meta están siendo sobredimensionados, impidiendo que familias menos pudientes, en mi opinión los que lo tienen más difícil aún, puedan salir adelante.

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  2. Lo que dices es lo que provoca consecuencias como las del hombre del arcén. Las clases obreras se las ven y se las desean para llevar la comida a la casa. La situación no puede seguir así.

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