martes, 10 de enero de 2012

Tu nada, mi todo


La noche lo inunda todo y quizás es por eso por lo que mi percepción es tan aguda, a horas en las que nuestros sentidos son sin duda el mejor arma para luchar contra la realidad. Sentada, esperando algo trascendental y común siento como se llena mi pecho de aire y poco a poco de presión se inundan mis pulmones y mi garganta aguanta un nudo demasiado pesado para aguantarlo a estas horas del alba. Solo es aire, pienso. Aire con fragancia, pero aire. Pero en ese momento importó más el olor que la materia. Tan inestable y a la vez tan profundo a cada inhalación mi cuerpo se tensaba más y más al no soportar ese aire que de recuerdos me embriagaba, pues quizás no era el olor en sí sino la historia pasada la que generaba la tensión. Sin duda ha sido un trayecto en el que los sentidos se han agudizado al máximo y la mente, que muy a menudo se acostumbra a determinadas cosas, me confundía y ligaba pensamientos que ya de nada valen y a nada conducen.

Sentir.

A través de cualquier cosa es posible mantener esa sensación de contacto que por medio de las cinco virtudes somos capaces de crear, producir sentimientos. Y no sé sí seré yo, sí mi cuerpo y mi mente es capaz de encontrar en la nada un todo y en el todo pequeños placeres y sufrimientos. Sentada, quieta y en silencio he percibido sin ver mil imágenes de deseo; sin tocar he acariciado despacio un rostro y más tarde una espalda; sin abrir la boca si quiera he sentido la humedad de unos labios en mi piel; sin oír he escuchado una voz que recitaba palabras sin maldad; y todo esto sentí a través de un olor. De tu olor, del de otros, tal vez.

Sentir.

Cuando mi edad aun era escasa mis manos, la yema de mis dedos con solo un toque concluía si mi madre o mi tía me abrazaban al dormir. Antes ya mi mente conocía el olor de ambas, por lo tanto solo con rozar la piel sacaba una rápida conclusión. Son sentidos, nada que conste que rece en algún sitio, son parte de lo inmaterial. De la nada. Sin embargo, en mi vida siempre han representado tanto o más que las cosas materiales, la constancia de estás da más temor que la volubilidad de lo que no se puede agarrar, pero existe.

Sentir.


María García

Libertad_gg

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